He sido buen chico y ahora os toca a vosotros. En esas está el presidente Rajoy, dispuesto a mentar la bicha de unas nuevas elecciones a la espera de que el panorama político se aclare en su principal frente, la bancada socialista. Dicho de una manera rápida antes de pasar a más: o la presidenta andaluza, Susana Díaz, se pone al frente del PSOE -tras su congreso y primarias- o terciará con lo que más le conviene: elecciones en julio.
O sea, que nos plantaremos en otro J en el calendario -no se sabe si un 26-, un mes y un año después del 26-J. Es la opción que baraja si entre los socialistas la cosa no avanza como a él le gustaría: que su interlocutora en el PSOE sea Susana Díaz.
Claro, eso es mucho suponer a la vista de lo que va fraguando a tan lento ritmo en el todavía principal partido de la oposición. Sólo tenemos claro, de momento, que celebrarán el Congreso los 17 y 18 de junio, después de las elecciones primarias, si finalmente se celebran, en mayo. Vamos, que Rajoy tiene margen, el suyo.
Otra cosa son los tiempos en el PSOE para construir su rearme ante el declive electoral, sobre todo después de la herida interna dejada -aún sin cicatrizar- por Pedro Sánchez. El presidente de la gestora, el asturiano Javier Fernández, echó un buen rapapolvo a los críticos, en el último Comité Federal, a la vez que pedía respeto a los candidatos para liderar el partido.
Lo que tiene claro Rajoy, en cualquier caso, es que no le vale cualquiera como secretario general y que se las arreglen como sea: guarda una bala en su recámara y ha calculado el mejor momento para que dé en la diana.
De momento, sólo Patxi López ha dado el paso para presentante a las primarias, pero Rajoy no quiere ni imaginarse lo que puede ser hablar con él. El ex lehendakari le inspira menos confianza que Pedro Sánchez, que ya es decir, mientras no está claro si el díscolo se presentará o no a esas primarias.
Para Rajoy, el diputado vasco encarna la figura del traidor, del mismo modo que Sánchez equivale a Frente Popular. De éste no quiere ni oír hablar y al primero no le ve tablas para nada, a pesar de su experiencia de gobierno y su breve intervalo como presidente del Congreso de los Diputados.
Tampoco Susana Díaz ha presentado aún su candidatura y no sería necesario que lo hiciera se hiciera si se pacta una candidatura única. El ex secretario general Pérez Rubalcaba, que habla mucho con ella, ha asegurado este jueves, sin embargo, que el partido llegará hasta el final en las primarias y como en 2014, cuando Sánchez se impuso a Eduardo Madina y Pérez Tapias. Tampoco le ha hecho ascos a que Susana Díaz compatibilice la presidencia de Andalucía con la secretaría general del PSOE. La vieja guardia del PSOE coincide en esto con el marianismo que impera ahora en el PP.
Pero al margen de lo que suceda en el PSOE entre candidatos, propuestas, convenciones, cónclaves y demás para no rearmarse en falso, a Rajoy le preocupa la gobernabilidad y le conviene ir a elecciones si los socialistas no se arreglan como desea.
Además, está hartito de gobernar en minoría, con lo difícil que es, y está convencido de que en la opinión pública no aparecería como el culpable de unos nuevos comicios, sino como el artífice de un arreglo.
Todo apunta, por ejemplo, al fracaso en las negociaciones para aprobar los Presupuestos del Estado de este año, lo que complica lo suyo cumplir el objetivo de rebajar el déficit al 3,1% exigido por Bruselas. Pero a Rajoy, más que eso, lo que le preocupa de verdad es la situación de boicot a la que está sometido, desde el PSOE y desde Ciudadanos, haciéndole la vida imposible.
El PP pacto 150 medidas con la formación de Albert Rivera a cambio de la investidura pero ha constatado que no puede contar con ellos. Le ponen demasiados palos en la rueda. Al fin y al cabo, Rivera es un SPDA como él: socialdemócrata, progre, de derechas y amoral (que no inmoral).
Solución: arreglo en el PSOE o nuevas elecciones. Eso sí, en un buen momento, con los socialistas demasiado débiles en julio, y más lejos de Ciudadanos, que encima no mejora en las encuestas